Querida hija, han pasado un par de semanas desde que te escribí por última vez. He estado un poco ocupado. Después de años persiguiendo cosas imposibles, por primera vez en mi vida parece que las cosas se están alineando y los resultados por los que llevo mucho tiempo esperando se están dando.

Como seguramente ya te diste cuenta, siempre estoy trabajando en algo y persiguiendo cosas nuevas. No es porque me guste el estrés ni porque sea alguna manera de crecimiento personal. Es más, cuando todo se pone cómodo y tranquilo, me aburro y es tiempo de iniciar otro juego con nuevas reglas y nuevos lugares.

Es esta misma mentalidad la que me ha traído a donde estoy hoy —lo que sea que eso signifique—, pero que también me ha puesto tantas veces a mí y a las personas a mi alrededor en apuros.

Me gusta hacer mapas incompletos, con un inicio y un final, pero sin señalar el camino. Este libro es un ejemplo de ello. No sabía cómo empezar y pasé años pensando en un orden, escribiendo títulos, cambiando temas, agregando pasajes y analizando cuál era el mejor tono para decirte las cosas. Y como resultado no hice nada.

Fue hasta que decidí borrar todos mis bosquejos y eliminar mis predisposiciones para, sin saber a dónde me iba a llevar, abrir mi corazón y dejarme guiar por lo único que es cierto: que te amo y que quiero decírtelo de todas las maneras posibles. Incluso cuando todavía no estás aquí.

Algunos lo llaman fe, otros falta de planificación. Yo lo llamo enfoque: cuando te concentras en la meta, no te quedas atrapado en las dudas sobre si eres capaz, si tienes los recursos, ni si el objetivo es siquiera alcanzable.

Se trata de estar tan ocupado caminando que no hay tiempo para miedos.

Claro que la preparación y la planificación son esenciales, pero lo más importante es la claridad de que, si realmente deseas algo, ningún obstáculo debe ser más fuerte que tu determinación para conseguirlo.

Por supuesto, nunca me he propuesto ser jugador profesional de baloncesto ni sacar un doctorado en matemáticas. La verdadera convicción viene primero de apelar a tus fortalezas e intereses genuinos.

Todavía no sé cuáles van a ser tus intereses, qué cosas te emocionarán o los retos que querrás asumir en la vida. Y la forma en que enfrentes todo eso dependerá mucho de tu carácter y tu personalidad, algo que aún no podemos imaginar. Por eso, mi intención al contarte cómo hago yo las cosas no es que intentes imitarlas o seguir mi camino.

Mi manera de hacer las cosas no se la recomiendo a nadie más. Funciona para mí, y punto. Tú descubrirás qué es lo que más te motiva y te mantiene en movimiento. Pero encontrar esa manera será solo el comienzo.

Hay un factor extra, del que pocos hablan, y que para mí fue más importante que cualquier decisión que haya tomado por mí mismo: la confianza que otros depositaron en mí. A pesar de mis formas desacertadas y mis errores costosos, hubo quienes estuvieron a mi lado, listos para verme volver a intentarlo, acompañándome también en el segundo, tercer o cuarto intento. Nunca perdieron la fe, nunca me dijeron que me rindiera o que lo dejara por lo difícil que todo se puso. Nunca me robaron la ilusión.

Incluso cuando sabían que lo que yo quería era inalcanzable, me dejaron llegar a esa conclusión por mí mismo. Y si me retiré, lo hice con la experiencia de haberlo intentado, una lección que resultó crucial cuando volví a intentarlo y finalmente logré lo que antes parecía imposible o cosas aun mejores que antes ni siquiera pasaron por mi radar.

Tú los conoces: conoces a tus tíos, a tu abuela, y le pido a Dios que también alcances a conocer a tu bisabuela. Y si estás leyendo esto, es muy probable que tu mamá también sea una de esas personas que, sin importar la situación, jamás me dio la espalda. Personas que, en las buenas y en las malas, se mantuvieron a mi lado, y por eso, son tan responsables de lo que logré como yo mismo, o incluso más.

De la misma manera, hoy quiero prometerte que:

No importa qué camino en la vida quieras seguir ni en qué quieras meterte, yo siempre estaré allí para apoyarte y para ti solo tendré palabras de aliento.

Al igual que lo harán tu mamá, tus tíos, tu abuela y cualquier persona que esté cerca de ti. De eso me encargaré yo. No tengas miedo de intentarlo. Fracasar no es lo peor que puede pasar, lo peor que puede pasar es no descubrir todas las cosas de las que eres capaz si tan solo pones tu mente en ello y tienes personas que creen en ti, a veces más de lo que tú misma lo haces.

Y espero que un día puedas darte cuenta de eso y, como yo, experimentar esa sensación de saber que sin importar las locuras que estén pasando por tu cabeza, allá afuera habrá otro todavía más loco: allá afuera estaré yo, creyendo siempre en ti y acompañándote en cada nuevo proceso, y que sin importar lo que venga por delante, nunca te dejaré sola.

Y quién sabe, quizás algún día, yo también tenga a alguien que se convierta en cómplice de mis propias locuras.

Visited 1 times, 1 visit(s) today