Querida hija, cuando pienso en las razones de por qué te estoy escribiendo un libro, varias cosas vienen a mi mente.
Suelo creerme un poco más inteligente de lo que soy y eso me lleva a pensar que tengo mucho que compartir. Y no es por quererme las de sabio, es porque quiero que todos a mi alrededor estén bien y por lo tanto haré lo que pueda para aportarles mi experiencia si siento que eso les puede ahorrar un mal rato más adelante.
Además, nunca he sido bueno para comunicar lo que siento de otra forma que no sea a través de la escritura. No es hasta que me siento, reflexiono sobre lo que quiero decir y empiezo a escribir, que mis pensamientos toman forma y dan vida a lo que antes fue una pintura abstracta en mi cabeza.
Cuando estoy molesto suelo decir cosas que pueden lastimar, cuando estoy feliz hago promesas que después me cuesta cumplir. No es hasta que me pierdo en un laberinto de letras, que encuentro lo que de verdad siento. Por eso suelo decir: no creas en lo que te digo, cree solo en lo que te escribo.
Otra razón, un poco más profunda, tiene que ver con mi propia experiencia creciendo con un padre, o mejor dicho, habiendo crecido sin uno. Mis papás se separaron cuando todavía era pequeño y no tengo ningún recuerdo con mi papá. Aunque por casualidad lo vi un par de veces por la calle, nunca tuvimos contacto.
Nunca sentí que lo extrañara, al menos no de forma consciente. Pero con los años me di cuenta de que hay ausencias que se comprenden mejor cuando las ves reflejadas en otros. Tal vez por eso suelo tener noches enteras de pesadillas, después de escuchar las historias de personas cercanas a mí, cuyas vidas llevan las secuelas de haber crecido sin una figura paterna. Y cuyo dolor, lo expresen o no, es visible.
Peor aún, es el caso de aquellos que tuvieron a un papá en su vida pero no realmente a un padre. Un papá que estuvo físicamente allí, pero que nunca estuvo presente.
Dicen que lo peor de la vida es quedarse solo, pero no es así, lo peor es tener a alguien en tu vida que aunque esté parado junto a ti, te siga haciendo sentir invisible.
No haber tenido alguien en quien pudieras confiar cuando sentías miedo. No tener a quien regresar después de equivocarte, no tener a quien te escuche y te acepte con tus imperfecciones. Sentirse perdido y no tener a alguien a quien poder preguntar por direcciones. Son sentimientos que hasta que no los experimentes, no puedes entender el dolor y la tristeza que representan.
Y mi plan es que nunca tengas que pasar por eso. Pero la vida da giros inesperados y por lo tanto es importante para mí que lo sepas. Así como es importante para mí escribirte, para que cuando ya no pueda mostrarte con mis acciones o hayas olvidado cómo yo era, al menos te queden estas palabras.
Que no será bastante pero puede ser suficiente. Porque a veces, no necesitamos mucho, a veces basta un pequeño detalle para sentirse amado y volver a encender la chispa que un momento difícil apagó.
Y esa es la ironía de los padres que no estuvieron presentes: sus hijos no querían que les dieran el mundo. Les habría bastado con unas palabras de orgullo, una pequeña felicitación por algo banal, un torpe intento de entender sus frustraciones, un abrazo cuando las palabras no alcanzaban. Una risa tras un mal chiste, un poco de aprecio por esos intentos desesperados de llamar su atención… y eso habría sido suficiente.
Aun así, muchos seguimos creciendo sin un padre. Aunque para ti, que yo no esté nunca será una opción, recuerda que la influencia más grande en tu vida siempre serán tus papás. Pero con ellos o sin ellos, la última palabra sobre tu corazón la tienes tú. Y tú decidirás de qué lo quieres alimentar y el filtro con el que experimentarás cada momento. Si será a través del amor y la esperanza o a través del dolor y el resentimiento.
Mientras tanto, no tengo todas las respuestas, pero sí estas palabras. Y aunque no son la receta para todo, quiero que las guardes para volver a ellas cuando los recuerdos se vuelvan difusos, cuando mi voz ya no la reconozcas y las cosas que hice se olviden. Este libro siempre estará abierto y mi ilusión es que cuando el cielo esté gris, aquí puedas encontrar algo de luz.