Querida hija, estoy viviendo en la mejor época de la historia de la humanidad. Poseo lujos que solo el uno por ciento de las personas que han transitado por esta tierra pudieron jamás permitirse.

Con dos toques en mi móvil tengo acceso a cientos de platos elaborados con ingredientes procedentes de todos los rincones del mundo. Si siento frío, enciendo la calefacción; si el calor me agobia, voy a la nevera y preparo un jugo de frutas con hielo.

Si el aburrimiento me invade, tengo un millón de opciones a mi alcance. Algunas noches salgo a bailar a un lugar a cinco minutos de casa. Otras, me voy a correr o pedalear en bicicleta por las decenas de rutas que conozco.

No importa con quién desee conversar: si es con mi abuela al otro lado del mundo o con mi hermano en la habitación contigua, basta tocar un botón para que respondan mi videollamada al instante. Estoy conectado con el mundo entero, desde los acontecimientos en Guatemala hasta las últimas noticias de Sudán. Es imposible mantenerse ajeno a las novedades del planeta.

No importa cuál sea mi capricho —ya se trate de ir a tomar el sol en Grecia, disfrutar una ducha caliente, reírme con una serie o aprender una nueva habilidad—, nada me impide hacerlo.

Vivir nunca había sido tan cómodo, y es que esa es la habilidad suprema del ser humano: moldear el mundo que nos rodea para facilitarnos la existencia. Así que cuando tú estés leyendo esto, estoy seguro de que gozarás de comodidades que yo a tu edad nunca imaginé posibles.

Pero ¿por qué te cuento todo esto? No es para hacerte sentir que ya lo tienes todo y que por eso no deberías quejarte ni tener problemas. Es precisamente lo contrario.

La vida es un intercambio constante. No hay nada que podamos obtener sin renunciar antes a algo más. Como dice la física: nada se crea y nada se destruye, todo se transforma.

Fuimos diseñados para enfrentar obstáculos y superarlos, pero mientras el tiempo pasa y nuestra forma de vivir se vuelve más confortable, esa necesidad innata de luchar no desaparece. Sigue ahí, latente, y cuando no encuentra desafíos reales, busca salida a través de otros medios.

Ahí radica la paradoja de nuestra época: tenemos todo lo que generaciones anteriores soñaron, pero seguimos sintiendo que algo nos falta. Porque al resolver los problemas de supervivencia, no eliminamos nuestra necesidad de propósito y superación, solo la desplazamos hacia otros lugares.

Durante el transcurso de tu vida, muchas personas se acercarán a ti con propuestas interesantes y llamativas, con ofertas que cautivarán tus ojos y tus oídos, dándote una sensación de propósito.

Unas pueden ser positivas como ir a la iglesia o competir en un deporte. Otras serán negativas como las drogas o la ambición de poder. En otras ocasiones, serás tú misma la que sientas la necesidad de hacer algo y cuando menos te des cuenta estarás persiguiendo o experimentando algo nuevo —positivo o negativo—.

Y aunque con tu mamá querramos protegerte de todos los peligros de este mundo y tratemos de llevarte por la senda correcta, nuestra instrucción nunca será suficiente y llegará un punto en tu vida en donde tu autonomía será más importante que lo que sea que yo piense que debas hacer.

Llegará un momento en donde tendrás que enfrentar la soledad tú sola, y por más que quiera acompañarte, no podré. Tendrás que decidir por ti misma qué vas a hacer y qué camino quieres perseguir.

Y cuando eso pase, solo quiero que recuerdes que no necesitas nada ni nadie. Más allá de tu salud y un plato de comida, todo lo demás es vanidad. Y esta curiosidad y esta voz en el oído que te dice que tienes que hacer algo, que algo te falta, que las cosas no son suficientes, es un engaño.

Es solamente un truco evolutivo cuyo propósito es digno —asegurar nuestra continuidad como especie— pero que implica una búsqueda constante de lo que no tenemos, un vacío que solo quiere llevarte a conquistar la siguiente montaña.

Si tan solo llego al otro lado…
Cuando lo logre…
Cuando lo tenga…
Entonces seré feliz.
Entonces estaré satisfecha y podré disfrutar de todas estas bondades que el mundo actual me ofrece.

No caigas en esta trampa. Incluso cuando algo se sienta bien y alivie la tristeza y el dolor, tienes que saber que solo es un analgésico, la verdadera cura es entender que puedes vivir en los lugares más hermosos del mundo y alcanzar las cosas más extraordinarias, pero de nada servirá si tu ser interior sigue sintiéndose insuficiente y no te das cuenta de que lo más reconfortante de este universo es respirar y estar feliz con la persona que eres, sabiendo que sin maquillaje, ni posesiones ni equipaje ya eres un ser excepcional.

Pero claro, como todos los consejos, es más fácil darlos que recibirlos y es más fácil recibirlos que ponerlos en práctica. Así que no te desalientes cuando te sientas insatisfecha contigo misma y con la forma en que las cosas están saliendo. Cada inquietud trae consigo una nueva oportunidad de detenerse, pensar las cosas y volver a ajustar la brújula.

Lo mismo, mientras escribo estas letras, reflexiono sobre mi propia vida y mis decisiones. En el pasado ya cometí el error de buscar afuera lo que debí haber encontrado por dentro, perseguí objetos brillantes por mucho tiempo, no noté las bendiciones de mi vida por pensar en las frustraciones de lo que no tenía. Por eso te prometo que:

La paz y la tranquilidad son invaluables, y lo bueno es que todo lo que necesitas para encontrarlas ya lo tienes.

Y cuando lo hagas, te darás cuenta de que la llave a la felicidad nunca existió, porque la puerta nunca estuvo cerrada. Solo tienes que abrirla y atreverte a conocerte, aceptarte y quererte tal como eres.

Porque cuando primero nos amamos a nosotros mismos, después estamos listos para amar a otros y cambiar al mundo. Después lograrás lo que sea que quieras en esta vida —yo siempre estaré allí para apoyarte—, pero verás que tendrá un sabor distinto, un sentimiento duradero. Será como tomar agua de un río que sacia cualquier sed y caminar con viento a favor.

Porque no hay nada más enriquecedor que hacer las cosas porque así lo eliges, con un propósito que va más allá de los conflictos internos y de esas necesidades mundanas que los humanos hemos perseguido con tanta terquedad.

No dejes que nadie te diga lo contrario. No dejes que nadie te convenza de que algo te hace falta. Nunca olvides que eres como una flor que crece hacia el sol, no necesitas esforzarte por encontrar la luz, tu instinto ya sabe hacia dónde ir, solo tienes que confiar en ti y seguir tu naturaleza.

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