He cometido cientos de errores en cada uno de los aspectos de mi vida. Tengo la tendencia de tomar grandes riesgos con poca preparación, y estos, en ocasiones, terminan saliéndome caros. A lo largo de mis 29 años, he cometido prácticamente todos los errores posibles, tanto en los negocios como en las relaciones interpersonales. Las consecuencias de esos errores las sigo pagando hasta el día de hoy, y no puedo evitar pensar que, si pudiera volver al pasado, esta vez haría las cosas de manera diferente. Esta vez, el final sería distinto y, seguramente, feliz.

¿El problema? Si volviera y arreglara algo, otra cosa se descompondría, como en el efecto mariposa. Cada pequeña acción y decisión, tanto aquellas que trajeron cosas buenas como las que nos generaron pésimos resultados, nos han llevado al punto en que estamos ahora. Entonces, la verdadera pregunta es: ¿eres feliz con tu situación actual? Si la respuesta es sí, entonces entiendes mi punto. Si la respuesta es no, es probable que aún creas que, si hubieras hecho esto o dejado de hacer aquello, hoy las cosas serían diferentes. Y sí, tienes razón, las cosas serían distintas, pero no necesariamente mejores.

Dejando de lado por un momento las decisiones irremediables o aquellas sobre las que no tuvimos control, como una enfermedad o la muerte, el resto de los acontecimientos en nuestra vida son una serie de acciones y consecuencias que nunca terminan y se volverán a repetir de una u otra forma.

No importa si te despidieron del trabajo de tus sueños un minuto después de ser contratado; nuevas puertas se abrirán. No importa si creías haber encontrado al amor de tu vida solo para que luego te abandonara; allá afuera todavía quedan más de tres mil quinientas chances. No importa si ya has perdido la cuenta de cuántos negocios empezaste que no resultaron en nada; siempre habrá tiempo y oportunidades para empezar uno nuevo. Y eso lo sé, porque todas estas cosas me han pasado, y aquí estoy, mejor que nunca, esperando que esta vez “sea la correcta”.

Toma la decisión, acepta las consecuencias y paga los platos rotos si te equivocaste. Aprende la lección y sigue adelante. No hay nada más que puedas hacer para cambiar dónde estás ahora, incluso si hubieras hecho las cosas de manera diferente. No hay garantía de que, aun así, hubieran funcionado. A veces, simplemente, no fue tu culpa; fuiste una víctima de las circunstancias o de la mala suerte. No tiene sentido seguir sintiendo remordimiento.

El remordimiento solo es una fuerza que nos impide retomar nuestra vida y hacer las paces con el pasado. Es un ancla que nos mantiene atados al miedo y que destruye nuestra autoestima hasta el punto de hacernos creer que somos incapaces de saber qué es lo mejor para nuestra vida, paralizándonos cuando debemos volver a tomar decisiones.

Cada pequeño acontecimiento que te trajo hasta aquí, especialmente los malos, te condujo a este momento por una razón. Ahora, no tienes más opción que seguir buscando cuál es ese propósito y tratar de sacar lo mejor de la situación en la que te encuentras. Aunque parezca que todo te ha salido mal, la vida es justa, y tarde o temprano te presentará otra oportunidad. Debes estar listo, sano y dispuesto para reconocerla y actuar.

Nuestros errores y experiencias nos han moldeado en quienes somos hoy. Lo que hicimos bien, ¡qué bien! Lo que hicimos mal, ¡a olvidarlo! Estás exactamente donde debes estar, rodeado de las personas con las que debes estar. Si no estás satisfecho con el rumbo de tu vida, solo enfócate en mejorar y espera tu momento. Vendrá. Solo no te detengas para sobrepensar las cosas ni dejes que los miedos a volver a fracasar te frenen. Una corriente fuerte nunca hizo que un río se estancara, solo la inacción convierte a las aguas más puras en pantanos.

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