Después de varios meses de haber completado el Ironman, y con más tiempo para reflexionar y observar las consecuencias de esos meses, se me ocurrieron un par de cosas más que puedo agregar a mi última entrada. Son cosas sencillas, pero sin duda, lecciones que me llevaré a cada etapa de mi vida.
Sí tenemos suficiente tiempo
Lo más difícil durante esos meses fueron las largas horas de entrenamiento. Después de trabajar y entrenar, al final del día solo me quedaba tiempo para comer y dormir. Apenas tenía momentos para sentarme y “relajarme”. Extrañaba el “tiempo libre”, el tiempo en el que podía no hacer nada, que, en realidad, significa tiempo para ocio, tiempo para ver el celular, ver películas. Tiempo para estresarme por cosas que no puedo controlar. Para preocuparme por cosas sin sentido, para desvelarme sin razón y pensar en situaciones que ya no se pueden cambiar.
Me di cuenta de que nuestro “tiempo libre” está sobrevalorado. La vida se siente menos vacía cuando, en lugar de eso, tenemos menos tiempo, pero estamos enfocados en una meta que nos está acercando a la persona que siempre quisimos ser. Enfocados en una meta que nos está dando la oportunidad de probar nuestros límites y descubrir de todo lo que somos capaces y más.
Y no se necesita renunciar a una cosa por otra. Al final, el día es lo suficientemente largo. Las semanas y meses tienen suficientes horas para hacerlo todo pero solo si dejamos la pereza a un lado y en vez de eso hacemos más de lo que pensamos, y nos organizamos mejor de lo que nos quejamos. Requiere sacrificio, pero es posible.
Rendirse nunca debería ser una opción
Unas semanas después del Ironman, aprovechando que habría una maratón en la ciudad, decidí correrla. No había entrenado para ella, y hacía menos de tres semanas había completado el Ironman. Aun así, me inscribí, dándome permiso de “renunciar” a mitad de carrera si sentía demasiado dolor o si el camino se volvía incómodo.
Mi lógica fue simple: nunca fue mi plan correr una maratón, y no estaba entrenado, así que no estaba obligado a terminarla. ¿Qué sucedió? Por supuesto, no la terminé. Después del kilómetro 30, mis rodillas cedieron y, como lo había previsto, me retiré.
Reflexionando, me doy cuenta de que deportivamente el problema fue que corrí la primera mitad más rápido de lo que debía, porque me sentía bien al inicio. Pero la verdad es que el verdadero obstáculo fue que desde el principio me di permiso para “renunciar”. Me dije a mí mismo que merecía un descanso si mi cuerpo lo pedía, porque lo importante eran los “entrenamientos”, el “camino”, “disfrutar el proceso”.
Pero estas eran solo excusas. No fueron mis piernas las que cedieron, fue mi mente. En el Ironman, manejé más de 80 km en bicicleta con un dolor de espalda que bajo otras circunstancias hubiese sido insoportable, después todavía hice una medio maratón. ¿Cuál fue la diferencia con esta vez? Nada. Fue igual de doloroso y difícil. Hubiera podido continuar y terminar.
La diferencia fue que durante el Ironman, renunciar nunca fue una opción. No era parte del plan. Primero hubiera preferido morirme antes de considerar abandonar la carrera. Y esto no es cuestión de ser imprudente, sino de que, en el camino, encontrarás mil razones para no continuar: el calor, el dolor, las lesiones, el cansancio… Y claro, todas son razones válidas. ¿Quién necesita hacer una maratón? Nadie. Pero si decidiste hacerlo, es por una razón, y esa razón debe ser suficiente para impulsarte a terminar, sin importar las circunstancias.
No es acerca de disciplina, es acerca de comprometerse a hacer las cosas
A menudo, la gente piensa que soy una persona disciplinada. Ven que puedo trabajar durante semanas y meses sin descanso, sin necesitar vacaciones ni fines de semana. Durante el entrenamiento para el Ironman, solo tenía un día libre después de cada 7-10 días de entrenar. Muchos asumen entonces que tengo una gran disciplina, pero la verdad es que solo soy alguien que, cuando se compromete con algo, simplemente lo hace, sin importar el ambiente, el dolor, la incomodidad o el cansancio.
Tengo la creencia de que un perezoso mediocre puede llegar más lejos que una persona talentosa que no hace nada. Y esa idea, combinada con mi disposición a asumir responsabilidades, puede generar resultados importantes. El compromiso implica que, no importa cuán perezoso me sienta en un día, tengo que salir y ejecutar. No hay tiempo para sobrepensar o dudar sobre si tengo las habilidades o no. Se trata simplemente de hacer lo que corresponde. Con el tiempo, todo se va a acomodar en su lugar.
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Hay algo que detesto y es hablar de mis éxitos pasados o escuchar a otros repetir sus mismas historias una y otra vez. Por eso me rehúso a colgar mi medalla del Ironman, e incluso me negué a recoger mi camiseta de “Finisher”. Para mí, no se trata de hacer algo una vez y luego vivir de esas glorias para siempre. Se trata de nunca dejar de crecer, mejorar, aprender y demostrar de lo que eres capaz.
Por esa razón, ya no habrá una tercera parte de mi aventura como Ironman. Es tiempo de seguir adelante, hacia lo que viene. Sin embargo, las lecciones y aprendizajes de esta experiencia me acompañarán por el resto de mi vida.