Creo que algo no estoy haciendo bien porque no dejo de escribirte y tú todavía no tienes ni mamá, ni fecha de nacimiento, y mucho menos una personalidad. No sé cómo te ves ni cuáles son tus imperfecciones, solo puedo esperar que hayas nacido con más paciencia que yo y con la belleza de tu madre. Y si fue con la mía, lo siento, no fue mi intención.
Dicen que hay que hablarle a los bebés mientras están en el vientre, pero nunca nadie dijo nada de escribirles cartas cuando ni siquiera han sido concebidos. Si te soy sincero, tu falta de vida no se debe precisamente a falta de iniciativa. Cada vez me siento más viejo y un poco más desilusionado de que todavía no estés conmigo.
Pero no me apresuro. Aunque esté llegando a mis treinta, todavía no estoy desesperado. Lo único que puedo hacer es lo de siempre: prepararme para que, cuando llegue el momento, estar listo. O lo más cercano a eso.
No sé cómo va a ser la vida cuando estés aquí, pero si me conozco lo suficiente, no cambiará mucho a como es ahora. Yo estaré presionado por el trabajo, peleando a diario con la pereza, estresado por cosas que no controlo, y enfrentando problemas en los que me metí sin que nadie me obligara.
O quizás, para ese entonces, finalmente habré aprendido a manejar mejor el estrés y me habré dado cuenta de que puedo obtener lo que quiero sin necesidad de masticar más de lo que puedo tragar.
Ciertamente espero, por fin, haber aprendido la lección y trabajar lo menos posible para estar en casa cuando tú y tu mamá me necesiten.
Y si estoy en casa pero mi cabeza está en otro lado, siéntete libre de recordarme la promesa de que:
“Si conquisto el mundo pero no estoy para ti, ¿de qué me sirve lo que gano, si el único tesoro que realmente vale para mí eres tú?”
Esa es la cuestión. Aunque aún no lo sabes, llegará el día en que descubrirás que venimos al mundo sin pedirlo y, a lo largo de la vida, nos obsesionamos con encontrar un propósito, acumulando títulos, dinero, trofeos, cosas en los estantes, y tachando una lista de pendientes que creemos nos hará felices. Pero al final, nada de eso tendrá valor. Lo único que realmente importará serán los recuerdos que creamos con quienes amamos y la satisfacción de haber amado sin condiciones. Nuestro mayor arrepentimiento será no haber expresado lo que sentimos y, por miedo a ser vulnerables, haber callado palabras importantes.
Y yo ya me he equivocado lo suficiente para saber que tengo que decirte, desde hoy y siempre, que desde antes de que existieras, yo ya te amaba y estuve toda mi vida esperando poder conocerte.
Aprenderás rápido que no soy un ser perfecto, pero ten por seguro que, mientras viva, no te faltará amor ni apoyo. Dentro de mis capacidades y fuerzas, estaré siempre disponible para ti cuando me necesites.
Pero no te apresures a llegar. Vendrás cuando sea el momento, cuando tenga que ser. Cuando el cielo te susurre que es tiempo de descender y partículas cósmicas se reúnan para formar tu estructura y dar vida a tu ser. Cuando todo esté en perfecta armonía y se abra el telón de la obra de teatro más interesante del mundo jamás exhibida: tu vida